Pedro GPinto, aficionado a juntar letras. En setenta años que arrastra en su mochila no aprende. Jo

lunes, 1 de noviembre de 2021

    CARTAS A SÉNECA. I 


Buenos días, don Lucio.

Ya entenderá que no le digo eso tan manido de "allá donde esté". De lo que sí estoy seguro que está en el pensamiento de cuantos leen al menos uno de sus aforismos, de sus frases, todas ellas impregnadas de la sabiduría y el estoicismo de una época convulsa en la que su propio discípulo, conocido como Nerón, ordenó su muerte. Y usted se limitó a extender sus brazos y dejar que abrieran sus venas hasta que no hubo sangre en su cuerpo para seguir alimentando su corazón y por tanto su cerebro.

¿Es el alma la actividad cerebral? Cuando las neuronas dejan de recibir el impulso vital de la glucosa y el oxígeno ¿el alma desaparece? En menudo tremedal se dispersa el pensamiento cuando de alma, espíritu, resurrección o reencarnación es el objeto de elucubraciones. Seguramente sabe usted que enfrentar la propia muerte es uno de esos enigmas que no tienen respuesta. Porque hay quien quisiera vivir la más extensa longevidad, la vida no les resulta ingrata, pero quien padece el sufrimiento de la vejez dolorida, de la pobreza física y espiritual, de la enfermedad agobiante que produce inmenso padecimiento llega a desear la muerte como descanso. No se plantea demasiado si va a tener alguna forma de existencia después del adiós definitivo, solo desea descansar, dejar de sufrir. Dormir sin dolor, dormir eternamente si no hubiera nada al otro lado de esa puerta misteriosa.

Iba a glosar hoy una de sus frases llenas de sabiduría y profundidad. Pero me temo que no he escogido ni el modo, ni el momento, ni siquiera la posibilidad de que alguien  lea estas pocas líneas. Así que con mi reverencial saludo me despido de usted hasta la próxima.

Su atento aspirante a discípulo,

Pedro.

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